La primera vez

EN EL COMIENZO...

viernes, 14 de septiembre de 2007

Carta Abierta a George W. Bush



Señor Presidente:

Se cumplen seis años del peor atentado en suelo norteamericano. Mi generación no puede dejar de pensar en la imagen cuando a usted le comentan que NuevaYork está bajo ataque. Quiso Dios que estuviera en un jardín infantil, rodeado de los seres más inocentes del Señor.
Sinceramente, lo que vi por televisión fue algo difícil de olvidar. Ya usted me daba mala espina antes de todo aquello, pero cuando lo vi en la pantalla, me di cuenta que todos mis peores temores se hacían realidad.
Déjeme decirle lo que pienso. Es usted el peor Presidente de los Estados Unidos. Y lo será por siempre en el recuerdo de sus queridos conciudadanos. No podemos estar tan equivocados.
Nada tengo en contra de las víctimas de aquel luctuoso hecho; todo lo contrario, lo siento mucho por ellos. Pero déjeme aclararle una cosa: que considere que el ataque a las Torres Gemelas tuvo, en cierta medida, un atisbo de justificación en su añosa y errática política exterior no me hace un extremista ni tampoco cómplice de dicha masacre.
Nunca me lo han dicho directamente, pero me lo han dado a entender.
Acá en Chile no estamos muy de acuerdo con usted, pero pocos se atreven a llegar tan lejos.
Por otro lado, déjeme decirle que si en ese entonces ya lo hacía mal, lo ha seguido haciendo peor. Su mentada guerra en Irak no ha traído más que dolor y sangre a ese pueblo que sólo quiere poder vivir.





¿Cómo espera que la historia lo recuerde? Déjeme decirle cómo yo creo que lo va a recordar: como el Presidente que sufrió el peor atentado en suelo propio, y como aquel que llevó a sus tropas a un pantano del que no halla cómo salir de forma más o menos decorosa.
Es más. Yo creo que usted le ha tomado el gusto a matar. Qué lástima, porque nada bueno se puede esperar de alguien así. Lo único que me da esperanza es que ya está a punto de cumplir su segundo mandato y pronto se recluirá en su agujero.
Nada bueno puede esperarse de alguien así. Y recuerde que, haga lo que haga, usted también se va a morir.
Piense en eso. No le hará mal.

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